A pesar de que su más célebre slogan de campaña fue “Make America stronger”, la evaluación de la política internacional de Donald Trum ha puesto a pensar a los analistas sobre el papel de EE.UU. en distintos frentes.
Lexander Loaiza Figueroa @Lexloaiza
La primera gira internacional de Donald Trump como presidente de los Estados Unidos a sus aliados en Europa ha dejado más dudas que certidumbre entre los tradicionales aliados de la potencia norteamericana en los escenarios mundiales.
Aunque coincidió con nuevos y nefastos ataques terroristas del Estado Islámico como el ocurrido en el Manchester Arena, Inglaterra; lo que sirvió para consensuar la posición de las distintas potencias frente a la violencia de grupos irregulares, otros temas quedaron bajo el manto de la duda y la desconfianza.
El más reciente capítulo de esta compleja política exterior de Trump es la de su anunciado retiro del Acuerdo de Paris de 2015, en el cual casi todas las naciones del mundo (excepto Siria y Nicaragua), se comprometieron para bajar las emisiones de monóxido de carbono, con el objetivo de detener los efectos acelerados del cambio climático.
Bajo el argumento de que el tratado suscrito por su antecesor castiga el aparato productivo industrial de su país, Donald Trump explicó que según los informes de que dispone, dicho tratado le costaría a su nación 6,5 millones de empleos y 10,5 billones de dólares en la próxima década.
Lejos de liderar este movimiento pro ambientalista, Estados Unidos se retira de este escenario y deja el espacio a otras naciones que como China, Rusia, India o Alemania, lo están utilizando para apuntalar sus relaciones internacionales. “Se trata también de cómo queda nuestro país como líder mundial”, expresó el republicano Mitt Romney.
Pero éste no ha sido el único evento polémico. A finales de mayo Trump se reunió con sus aliados de la OTAN, la alianza militar impulsada por el propio Estados Unidos tras culminar la II Guerra Mundial. Allí lo miembros esperaban un compromiso certero del presidente norteamericano sobre el principio de defensa colectiva, a través del cual los países miembros asumen que el ataque contra uno de ellos sería tomado como una agresión a todos los integrantes de este colectivo. No fue así.
La expectativa venía alimentada por opiniones esgrimidas por Trump durante su campaña electoral, durante la cual llegó a decir que la Otan era obsoleta. Aunque cambió de opinión tras ganar la presidencia, los demás países esperaban un espaldarazo más convincente de parte del norteamericano.
Muy por el contrario, y en una rueda de prensa posterior a la reunión con los presidentes, Trump condicionó el apoyo norteamericano a sus pares de la Otan si éstos se comprometían a gastar más dinero en defensa y “contribuían más a la alianza”.
«He sido muy directo con el secretario (Jens) Stoltenberg y con miembros de la alianza al decir que los miembros de la OTAN deben finalmente contribuir con su cuota justa y cumplir con sus obligaciones financieras. Pero, 23 de los 28 países miembros aún no están pagando lo que deberían estar pagando», dijo el mandatario.
La posición no cayó muy bien entre sus pares de la OTAN. La canciller alemana, Angela Merkel, incluso expresó (aunque tímidamente) su incomodidad por el discurso de su colega americano.
Otros escenarios
Aunque menos importantes en su lista de prioridades, América Latina ha sentido también el retroceso en las posturas estadounidenses. En solo cuatro meses de mandato, Trump ha cuestionado los avances en las relaciones con Cuba y ha dicho que someterá a revisión los acuerdos suscritos por su antecesor Barack Obama.
También ha restado apoyo financiero a Colombia al solicitar al Congreso la reducción del 35% de los recursos que ese país otorga anualmente para la lucha contra el narcotráfico, programas sociales y el posconflicto. Todo esto después de la visita que el presidente Juan Manuel Santos le hizo a finales de mayo, lo que fue interpretado por algunos medios locales como una “cachetada”.
Pero la asistencia financiera no solo se recortará en Colombia, sino a toda Latinoamérica; de manera particular en México, Centroamérica y el Caribe; con una reducción global de unos 614 millones de dólares en el presupuesto de 2018. Este dinero era utilizado a través del Departamento de Estado para hacer presencia en diversos países del continente.
Todas estas decisiones, tomadas en un contexto donde rivales estadounidenses como Rusia y China, mantienen una política de acercamiento en la subregión con acuerdos económicos y de asistencia tecnológica.