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Las mentiras de Vicky Dávila

Lamentable el desprestigio en que ha caído Vicky Dávila, empleada de la revista Semana, de propiedad de la familia Gilinski. Es un periodismo que desprestigia a quien lo ejerce y al oficio en general porque, por millonarios pagos, se convierten en mercenarios de causas detestables.

Por Chachareros

Con toda razón se quejaba el respetable maestro del periodismo Juan Gossain en una reciente entrevista por un canal de televisión que, por desgracia, este oficio- tan respetable en otros tiempos-, en varios pésimos ejemplos ha caído en manos de mercenarios. en sicarios morales que a toda costa venden su alma por millonarias sumas de dinero para hacerles daños a quienes son contrarios en política de los grupos que les pagan.

Gabriel Gilinski, el joven dueño de Semana que, en vez de periodistas, contrató a un buen escuadrón de mercenarios. Su padre Jaime Gilinski Bacal es el segundo hombre más rico de Colombia, según la revista Forbes, con 8.000 millones de dólares. Y le compró ese juguetico a su hijito de 40 años para que le haga todo el daño que más pueda a Colombia, en un acto de despreciable ingratitud con un país en donde ha amasado su inmensa fortuna.

El ejemplo a la mano es el de Vicky Dávila, acolitada por el joven dueño de la revista Semana, Gabriel Gilinski, que en forma sistemática y sin sonrojarse, calumnia, inventa historias falsas, hace dramatismo barato de un tema baladí, como acaba de ocurrir con el senador y precandidato presidencial Roy Barreras.

Roy Barreras: le quisieron tender una trampa macabra.

Roy Barreras, aforado en su condición de Senador de la República, vio un maletín mal puesto, olvidado por un dueño adinerado, y puso en conocimiento de los administradores del hotel, sobre la presencia de ese maletín, cuyo contenido él desconocía. Los empleados del hotel, para preservar las medidas de seguridad por si acaso era un maletín-bomba- llamaron a la estación de Policía más cercana. Vino una patrulla al mando de un coronel con 10 agentes altamente calificados y cinco perros antiexplosivos. Husmearon al derecho y al revés al maletín y luego hicieron lo mismo con Roy Barrera. No conforme con eso, enviaron de inmediato los videos a la revista Semana con la orden expresa de entregárselos «a doña Vicky Vives», quien de inmediato soltó «la chiva» sobre el presunto maletín lleno de dólares, que al parecer era del senador Barreras. En cuestión de minutos apareció el dueño del famoso maletín, un empresario de respetable trayectoria, que justificó el descuido, que estaba bajado en ese hotel, y que no conoce a ningún señor Barreras. Pero ya Vicky había hecho el escándalo involucrando a Roy Barreras.

La catadura mora de Margarita Rosa

La otra cara de esta moneda es la firmeza y sinceridad de la consagrada actriz caleña Margarita Rosa De Francisco, quien en un video no tiene pelos en la lengua para invitar a los colombianos a que no se dejen engañar por víboras convertidas en mercenarias del periodismo televisivo. Invita a los colombianos a que participen y voten. Ella dice que no siguió tragándose el cuento de los dueños del negocio del entretenimiento en Colombia, que siempre les han recomendado a sus estrellas que «no se metan en esas vainas de la política porque se dañan ustedes mismos el negocio del cual vivimos todo».

Margarita Rosa por fin puso la cara para decir con firmeza: «A otro perro con ese hueso. Nosotros somos los jefes del presidente y de los congresistas, porque ellos llegan a esos cargos con el voto nuestro. Somos los ciudadanos los jefes de ellos». Y es la verdad.

Es el pueblo el que ha permitido que un puñado de malandrines se apoderen de la política, de los tres pilares de un Estado decente: El Ejecutivo, El Legislativo. Y el Judicial, que deberían vigilarse unos a otros para que haya un sano control. No ocurre así en Colombia desde la época de Bolívar, Santander y las hermanas Ibáñez (las Vicky Vives de esas épocas).

Y Margarita Rosa invita con toda razón a que nos quitemos la venda de los ojos y exijamos respeto a los políticos. «Porque nosotros somos sus jefes, no son ellos los jefes de nosotros».

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