A Manuel Rosero nunca le ha ido bien en el amor. Desde su infancia, cuando una compañera de colegio le propinó un loncherazo en la cabeza, se ha sentido malentendido por las mujeres. En busca de claridad, pero también de reivindicación, decide contarle su historial de agravios a una escritora. Al mismo tiempo, su relación con su novia feminista se desmorona por culpa de una infidelidad. Narrada a dos tiempos, entre un presente que colapsa y un pasado que el protagonista se propone revaluar, Las Margaritas es un ejercicio de memoria, la cartografía afectiva de un individuo que descubre las maneras en que el hombre, a menudo, cae presa de sus propias limitaciones. En esta novela, como en otras de sus ficciones, Andrés Mauricio Muñoz le toma el pulso a la sociedad de hoy. En esta ocasión, examina las posibilidades del amor en tiempos del #MeToo. ¿Cómo se manifiesta el machismo en la actualidad? ¿Qué lugar ocupa el feminismo? ¿De qué manera se construye el afecto cuando se están reformulando las reglas de juego?
«Esta novela es, más que todo, una cartografía de los amores fallidos de un personaje que se siente avasallado por el otro género. De alguna manera plantea, también, cómo se instaura un nuevo orden para el amor en tiempos en que las reglas de juego deben reformularse. Procuré poner en evidencia lo absurdas que pueden resultar las discusiones de género cuando se plantean únicamente desde las orillas”. Andrés Mauricio Muñoz.
Voces sobre el autor
“Andrés Mauricio Muñoz es un prosista estupendo, uno de los más talentosos de la literatura colombiana contemporánea” Alberto Salcedo Ramos. “Andrés Mauricio Muñoz es, quizá, el mejor escritor de mi generación”. Juan Esteban Constaín. “Andrés Mauricio Muñoz es un autor inquietante, sus personajes se adhieren a la memoria”. Edgardo Cozarinsky

Fragmentos de la novela
Fragmento 1 «Sabía que el feminismo era la reacción legítima a una deformación social que se ha normalizado, la búsqueda de una equidad necesaria, el entierro definitivo de la violencia contra la mujer; pero no compartía en lo absoluto la forma como se había planteado, como si fuera una confrontación entre los géneros, como una banderita para llevar en la mano, una etiqueta, una marca de agua, un slogan, un conjuro, una defensa, como si el machismo fuera a su vez el argumento capaz de explicar cualquier desequilibrio de nuestra sociedad, la raíz de todos nuestros lados chuecos, y el feminismo la credencial requerida para andar por la vida atropellando. Tenía claro que no era yo la clase de hombre contra la que luchaban; pero me alentaba también la certeza de que no era Valentina la más indicada para ondear esas banderas». Fragmento 2 «De todo ese análisis, recuerdo la ocasión en que sucedió así, a ella solo le quedó sonando la palabrita monstruo, monstruosidad, que, le quedaba claro, era mi manera de enunciar que este tipo de abusos no eran habituales, a lo que cientos, miles de mujeres, debían enfrentarse en el día a día, en el camino a sus casas, en sus propios hogares, en sus lugares de trabajo, sino monstruosidades, hechos atípicos, surreales, rarezas cometidas de seguro no por los hombres con los que ellas se cruzan a diario, sino a lo mejor por alienígenas o engendros de dos cabezas, nunca por vergas a las que jamás les enseñaron a respetar y mantenerse quieticas dentro de sus calzones». Fragmento 3 «Cuando Valentina lo llamó Machirulo a él le pareció que esto era violencia de género. Me lo dijo al otro día, mientras bajábamos unos pendones del auto. Ese día nuestra discusión se acaloró porque tuve que recordarle los abusos, las violaciones, las campañas del #Metoo, #NiUnaMás, #NiUnaMenos, que en verdad sí son violencia de género. Creí necesario ser tajante. De no intervenir con firmeza hubiese sido como abrir un dique, incapaz después de contener las aguas».¿Quién es Andrés Mauricio Muñoz?
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