Del whisky con que el Presidente Santos, la Ministra Álvarez Correa y el Mello Cotes celebraron la idea de la Vía de la Prosperidad, solo está quedando el guayabo.
Desde hace medio siglo los magdalenenses de la zona aledaña a las ciénagas Grande y Pajaral y a la ribera derecha del río Magdalena frente al Atlántico, han soñado con una carretera que no solo sirva de fácil comunicación con Barranquilla, la ciudad en donde venden casi todos sus productos y donde compran todo cuanto requieren para su salud y bienestar, sino que les evitaría la desgracia de las inundaciones invernales de cada año.
Escrito por: Rafael Sarmiento Coley
Director
Ubicándola en cualquier país menos leguleyo y sin tantos odios en los retruécanos del corazón, los 52,6 kilómetros de carretera que separan a Palermo (frente a Barranquilla, al pie del Puente Pumarejo) de Guaímaro, pasando por Sitionuevo y Remolino, se habrían construido en tres meses hace 40 años. Se habría inaugurado la obra antes del Puente Pumarejo, y mucho antes de la portentosa ruta Plato-Bosconia.
Y estos 52,6 kilómetros de la pomposamente llamada por el presidente Santos y su ministra de Transporte «La Vía de la Prosperidad», no solo es el complemento de la ruta Bosconia-Plato-Plato-Zambrano (el puente), sino de la parte central del Mgdalena habitada por unas 560 mil personas en 9 municipios y 15 corregimientos, con una de las más altas producciones de lácteos, cárnicos, frutales, explotación piscícola, avícola y apícola para los mercados locales de Barranquilla, Ciénaga, Santa Marta, Cartagena y para la exportación.
Con música de acordeón
Hay algo todavía más valioso de esa vía, y es que gracias a ella se evitaría, en el invierno de cada año, las infernales inundaciones que dejan en la ruina a miles de habitantes de esa subregión del Caribe. Es más, los historiadores sobre el nacimiento de los barrios populares barranquilleros sostienen que densos sectores como Carrizal, El Bosque, Kennedy, Me Quejo, La Alboraya, La Ceiba, Meisel, Nueva Colombia, han nacido del desplazamiento de los damnificados del otro lado del río.
Por eso la insistencia de los alcaldes de la zona en que se les hiciera esa vía. Hace dos años, en un encuentro en uno de dichos municipios ribereños, el presidente Santos, con su Mintransporte al lado, bajo un insoportable sol que tenía la cara de la ministra Cecilia Álvarez-Correa y Glen (porque es descendiente de los señores encomenderos y oidores de la colonia que mandaban en Ciénaga), roja como un camarón, se comprometió con los 500 mil habitantes en hacer la obra.
Advirtió –eso sí- que la Nación aportaría el 60% ($266 mil millones) y el Gobernador, el «Mello» Cotes, se conseguiría los restantes $200 mil millones (40%). El Mello dijo: “¡Sí, claro!, yo me los consigo”. Y la ministra Cecilia lo aplaudió, le levantó el brazo como hacían con Pambelé cuando noqueaba a los contendores y le pidió: “¡Ay Mellito, sellemos este feliz encuentro con las notas de tu acordeón y tu voz!”. El Mello, que estaba sentado encima de la caja donde guarda su instrumento, no se hizo rogar más. No se sabe de dónde salió el whisky y todo quedó de esa manera bautizado con el fino escocés y las notas del instrumento alemán.
En los vericuetos políticos samarios se dice que todo estaba listo. Se consiguieron los Conpes y Confis. El Mello Cotes aseguró sus recursos vía regalías, se hicieron los estudios de prefactibilidad y se abrió el concurso. Participaron nueve firmas que se reagruparon en tres uniones temporales. Se invitó a la Procuraduría y a la Contraloría a que hicieran el debido acompañamiento para garantizar la mayor transparencia.
Se adjudicó a uno de los tres grupos asociados en una unión temporal. Y de inmediato estalló el escándalo. La Ministra Cecilia dice que recibió unas extrañas cartas de habitantes de la zona denunciando malos manejos en el proceso. ¿Los habitantes de la zona que desde hace 50 años claman por una vía-dique que evite su ruina, ahora oponiéndose a la obra?
Algo maluco huele por todas partes
También se decía que se había colado en la licitación uno que otro personaje indeseable. Como se coló en la Casa de Nariño Daniel Murcia Guzmán, llevado de la mano de una alta consejera presidencial que le hablaba al oído al entonces presidente Uribe, para aportar los miles de millones de pesos y los vehículos para recoger las firmas para la segunda reelección. La consejera-teflón ni siquiera salió pringada. Se fue a Estados Unidos a un año sabático.
Además de que acá se dice que en la Vía de la Prosperidad se coló un indeseable, en la Gobernación del Magdalena se lamentan que quien pagó los platos rotos por las rabietas de la Ministra Cecilia haya sido Gabriel Esper, el exsubdirector de Invías, “uno de los ingenieros que más conoce sobre este proyecto y, en general, sobre toda la red vial de la región”, comentan quienes han trabajado con él.
Y también se dice que toda la rabieta de la Ministra es porque dejaron por fuera a una firma recomendada por el ex alcalde de Barranquilla, Alex Char. Sin embargo, el argumento ‘legal’ que se esgrime ante el Procurador-Inquisidor Ordoñez es que “hubo malos manejos en el proceso de adjudicación”. Del mismo modo se argumenta que en la zona todavía quedan muchas tierras en manos de testaferros de Jorge 40, Salvatore Mancuso Gómez, El Tuto Castro y otros exparas extraditados.
Pero de ser cierta esa hipótesis, sería absurdo que el Gobierno le niegue a 500 mil habitantes una obra que claman hace rato, teniendo en sus manos las herramientas legales para expropiar esas tierras, si es verdad que siguen en manos de ‘paras’ o de sus testaferros y ahora, con esta gran obra, se les supervalorarían esos predios.
Lo último que se esgrime como hipótesis para engavetar esta obra tan anhelada por los ribereños es que, en realidad, el Gobierno Nacional no tiene a la mano los $266 mil millones que aseguró tenía disponibles para ya, en medio de las notas quejumbrosas del acordeón del Mello Cotes y el líquido espirituoso traído de Escocia.