A la excongresista barranquillera la consiguieron en un apartamento del acomodado norte de la capital del estado Zulia, pero usurpaba la identidad de una mujer del depauperado sur de esta ciudad.
Lexander Loaiza Figueroa @Lexloaiza
Si alguien puede decir que el primer mes del año fue intenso, es la ex senadora Aída Merlano, quien fuera detenida en Venezuela el pasado 28 de enero en un apartamento ubicado en el piso 11 del edificio Costa del Sol, situado a pocos metros del Comando de Zona número 11 del destacamento 35 de la Guardia Nacional; ambos asentados en la avenida El Milagro.
Este sector de clase media, enmarca la primera entrada del parque Vereda del Lago, el más extenso espacio recreacional de Maracaibo y está también en el trayecto hacia zonas de lujosos hoteles, residencias de clase alta, centros comerciales y otros espacios turísticos y recreacionales ubicados al norte de la capital del estado Zulia. Dos de las urbanizaciones más encumbradas de la ciudad, Virginia y Maracaibo, están situadas unas cuadras más adelante.

Merlano tenía dos meses viviendo en un lujoso barrio de Maracaibo. Ninguno de sus vecinos sospechaba de quien se trataba.
El edificio donde se encuentra el apartamento es una torre revestida de caico color ladrillo, con apartamentos de 80 metros cuadrados, cada uno dos habitaciones, parqueaderos para dos vehículos y hermosas vistas al lago de Maracaibo. Sus habitantes están conformados principalmente por familias jóvenes y profesionales con alto poder adquisitivo, necesario para costear arriendos de 500 dólares en adelante.
Pero la vida que llevaba desde hacía dos meses la ex senadora Merlano, contrastaba abiertamente con la dueña de la identidad que usurpaba.
Landis del Carmen Ferrer Urdaneta es una madre soltera, que en medio de la aguda crisis económica que vive el vecino país, trata de sacar adelante a nueve hijos. Ocho de ellos viven con ella, y tienen entre 2 y 13 años. Lucen descalzos su precaria vestimenta cuando están junto a su mamá en la casa de ladrillos grises sin ningún tipo de revestimiento. Algunas áreas de vivienda tampoco tienen piso, lo que le da una apariencia aún más empobrecida a su situación.

La cédula que portaba la ex congresista Aída Merlano la mostraba con otro nombre, cuatro años menos y cabello rubio.
En contraste con el todavía ostentoso norte de Maracaibo, el barrio Santa Fe donde vive Landis del Carmen, es un reservorio de pobreza extrema. La mujer, cuya identidad usurpaba la ex congresista colombiana, vive de trabajos esporádicos que logra conseguir y principalmente, de lo que le envía su hija mayor que hace ya algún tiempo emigró a Perú.
En Santa Fe no hay urbanismo, centros comerciales, parques o vistas al lago. Asentado en la frontera de los municipios San Francisco y Jesús Enrique Lossada, se encuentra escondido tras rodar por una intrincada red de carreteras y caminos secundarios a unos 30 kilómetros al sur de Maracaibo.
En medio de su pobreza, Landis del Carmen nunca imaginó que alguien con su nombre y otros datos como su fecha de nacimiento, había abierto cuentas bancarias con importantes sumas de dinero, que utilizaba principalmente en supermercados y los llamados ‘bodegones’, que son mercados de delicatesses importadas muy comunes en la zona norte de la capital zuliana.

El edificio Costa del Sol está ubicado a pocos metros de un destacamento de la Guardia Nacional de Venezuela.
Dijo no saber cómo su nombre y su fecha de nacimiento llegó a manos de la fugitiva colombiana. Lo cierto es que la ex senadora, condenada en Colombia a 15 años de presidio por delitos electorales, utilizó un número distinto de cédula de identidad.
El periodista zuliano Lenin Danieri afirma que la serie de cédulas que comienzan por 22 millones, fueron números creados durante la primera década de este siglo para una campaña de cedulación itinerante que se llevó a cabo durante la presidencia de Hugo Chávez. Son números de cédula venezolanos que no tienen titular, y que en muchos casos no se entregaron. Estos números son los que utilizan personas inescrupulosas dentro del frágil sistema de identificación, para asignárselo a personas que estén dispuestas a pagar entre 300 y 500 dólares por el documento.
A pesar de sus temores, jurídicamente no hay nada que complique la vida judicial de Landis del Carmen ya que, al no ser su número de cédula, oficialmente no se trata de la suya la identidad usurpada, aunque su nombre y fecha de nacimiento sean las mismas.
Otra realidad es la de Aída Merlano, quien está en poder del régimen de Nicolás Maduro. El dictador piensa utilizarla (como lo ha comenzado a hacer) como una ficha para lograr concesiones y reconocimiento del gobierno de Iván Duque. Ha sido acusada por parte de la fiscalía venezolana por usurpación de identidad, obstrucción de la justicia y asociación para delinquir.
Hasta este lunes 03 de febrero, Caracas no ha informado oficialmente a la Interpol ni al Gobierno colombiano sobre la captura de la fugitiva. Duque parece tampoco tener mucho interés en recibirla de vuelta, ya que al solicitar su extradición al interinato de Juan Guaidó, ignora la realidad de que a pesar de su ilegitimidad, Maduro sigue controlando las fuerzas policiales, militares y el Poder Judicial del vecino país.