De ser una de las que poseía mejor calidad de vida en el mundo, los venezolanos ubicados en ese segmento de la población se convirtieron en pobres y en los mejores casos, en emigrantes.
Lexander Loaiza Figueroa @Lexloaiza
Zulay Romero es una educadora de primaria con dos décadas como docente en instituciones públicas. Tradicionalmente en Venezuela, los maestros y profesores dependientes del gobierno han gozado de un ventajoso contrato colectivo que en el pasado, les ha permitido comprar casas, carros; tener cobertura médica para ellos y su familia y viajar al exterior. Es decir, eran parte de la pujante clase media venezolana.
Hoy, esta profesional y madre de dos hijos lucha para sobrevivir. Entrevistada por La Chachara, dice que todo lo que gana se le va en comprar alimentos y no le alcanza. Para incrementar sus ingresos, comercializa por internet diversos bienes nuevos y de segunda mano, muchos de ellos de familias que están abandonando el país.
“Muchas veces me pongo de acuerdo con las vecinas para cocinar entre ambas y repartirnos la comida”, relata Zulay.
Reyna Carreño también es madre, aunque todos sus hijos ya son adultos y tienen sus propias familias. A pesar de que esta periodista tiene el cargo de editora en un prestigioso periódico de Maracaibo (occidente), asegura que solo está haciendo una sola comida al día.
Para completar el “mercado”, como le dicen los venezolanos a las compras de la canasta alimentaria, Carreño tiene al borde todas sus tarjetas de crédito. “Les abono el pago mínimo y las vuelvo a poner al tope”, narra para La Cháchara.
La subida de precios en todos los bienes básicos, especialmente los alimentos tiene a los venezolanos en emergencia, lo que combinado a una creciente inestabilidad política, se ha convertido en una verdadera bomba de tiempo.
“Esta semana fui hacer la compra de frutas para la casa. Hace siete días me había gastado 41 mil bolívares y esta semana, comprando lo mismo, gasté 87 mil”, explica Antonia Ibarra, un ama de casa que asegura que en su familia de tres personas, tienen que emplear mensualmente entre 900 mil y 1 millón de bolívares para poder comer. Esto, en un país donde el salario mínimo se ubica en apenas 250 mil bolívares, es altamente delicado.
Choque cultural
Los venezolanos de la generación de estas tres mujeres cabezas de familia, crecieron en hogares donde los ingresos alcanzaban no solo para lo básico, sino para ciertos privilegios que no poseían sus equivalentes en otros países latinoamericanos.
Para la clase media en Venezuela, era común lucir prendas de vestir importadas que en muchos casos, iban a comprar ellos mismos durante visitas de fin de semana a Miami, Panamá, Aruba, Curazao o Colombia.
En la mesa del venezolano común era habitual encontrar delicateses como quesos holandeses y jamones serranos. Los vinos y otros licores más fuertes también tenían sello europeo. Hoy todo eso quedó atrás.
Más allá de bienes suntuarios, los venezolanos que obtenían una carrera, o motorizaban un negocio propio, lograban en un plazo máximo de cinco años los dos mayores símbolos de estatus para esta parte de la población: comprar casa propia y un carro nuevo. Hoy en día es algo totalmente fuera de todo alcance.
A esta parte de la población no solo le ha castigado la crisis económica sin precedentes, sino la inseguridad que se ha acentuado con los abusos policiales tras las protestas. Por ello muchos padres han aupado que sus hijos, graduados o no, salgan del país; para por lo menos tener la tranquilidad de que estarán en un lugar más seguro.
Es precisamente este sector de la población el que ha aportado la mayor cantidad de víctimas fatales en las protestas que comenzaron desde abril de este año. Entre los 125 muertos que se contabilizaban hasta el pasado 5 de agosto, figuran estudiantes universitarios y de secundaria, recién graduados, voluntarios en grupos de rescate, periodistas, gerentes, oficinistas, enfermeras y deportistas.

Las incursiones destructivas de la Guardia Nacional en urbanizaciones privadas se han vuelto cotidianas.
Es en sectores de clase media donde la Guardia Nacional ha cometido los mayores abusos a la propiedad privada, destruyendo portones, vehículos; allanando apartamentos sin orden judicial y llevándose a jóvenes detenidos.
Esta situación no es gratuita. Es este segmento de la población el que nunca tranzó con el chavismo, ni siquiera durante la era Chávez, quien facilitó enormemente el crédito para adquirir casas y vehículos, en un contexto de creciente inflación.