Seguidores de culto alrededor del mundo tiene esta serie de televisión por internet que trata sobre el poder detrás de la política en la Casa Blanca.
Por Jorge Sarmiento Figueroa
House of Cards, una de las series audiovisuales en internet (Netflix) más exitosas de la década y que ya va por su cuarta temporada, trata sobre la vida pública, privada, íntima y secreta del máximo poder político del mundo: la Presidencia de los Estados Unidos. Lo hace con toda la carne en el asador, con la crueldad necesaria para crear una idea fidedigna de cómo se mueven los hilos del planeta desde la simbólica residencia ubicada en 1600 Pennsylvania Ave NW, Washington, DC. La Casa Blanca.
House of Cards, nombre con el que la serie honra este lugar donde la intriga, la avaricia y la corrupción salen como los demonios de Pandora sin que el resto de los mortales apenas si lo advirtamos en las imágenes de su lustrosa arquitectura ni en la fotográfica sonrisa de sus huéspedes e ilustres visitantes. Revelar la identidad, personalidad y forma de moverse de esos demonios es justo el gran acierto de la serie. Con eso se explica porqué la nueva generación de seres humanos con cierta conciencia política en los Estados Unidos y varios países más donde la serie es vista con pasión, la han convertido en un icono de culto.
House of Cards es la nueva El Padrino. Kevin Spacey hace en esta serie por internet lo que Al Pacino hizo en el cine: que la gente empezara a mirar una de las facetas ocultas del poder. Con diferencias sustanciales: mientras Michael Corleone (Al Pacino) heredó y ostentó el trono en solitario, Francis Underwood (Kevin Spacey) tiene la imprescindible complicidad de su esposa, la co-protagonista Claire Underwood (Robin Wrigth), tan astuta o más que el personaje de Spacey, y tan ruin y desalmada. Y mientras los Corleone son la mafia, el hampa, el lado oscuro de la sociedad, en House of Cards viven los que no necesitan estar al margen para imperar, ni huyen ni se detienen ante los gobiernos; al contrario, ellos son la ley y son los perseguidores legítimos. Son el gobierno.
La serie ha causado tanto impacto que sus fanáticos la usan como el modelo político con el cual miden a los políticos de carne y hueso. Si Barack Obama y su esposa hacen o dejan de hacer algo, de inmediato un Meme, una columna de opinión o un comentario salta en las redes sociales con la referencia de House of Cards. Y no solo con los que habitan la Casa Blanca. También los del Palacio del Elíseo, los de la Casa Rosada, los de la Casa de Nariño, donde haya una residencia con gobiernos adentro.
Colombia no es la excepción. Juan Manuel Santos y su esposa, María Clemencia Rodríguez, son objeto de Memes inspirados en la serie; y en el país hay tantos seguidores de House of Cards que es habitual que muchos colombianos hagan sus propias referencias, a la criolla, en Facebook, Twitter, Instagram y en columnas de opinión de medios tradicionales.
¿Qué tan enlazado con la realidad es el contenido de la serie? ¿Qué tan cierto es su reflejo de la realpolitik norteamericana? Los productores de House of Cards ya lograron que esos interrogantes quedaran fuera de lugar. Para sus seguidores la respuesta es tan contundente como García Márquez lo solía decir: «la realidad supera siempre la ficción».
El Meme audiovisual brasilero con el intro de House of Cards
https://youtu.be/XIckavWtu0Q











