
La ONG Red Papaz publicó un informe que denuncia que las grandes marcas de comida chatarra y bebidas azucaradas utilizaron la emergencia del Covid-19 para volver a posicionar sus productos en el gusto de la población. Durante la pandemia bloquearon directa o indirectamente políticas alimentarias saludables en varios países.
Lexander Loaiza Figueroa @Lexloaiza
Un informe recién publicado por Global Health Advocacy Incubator (Ghai) muestra cómo las grandes compañías de productos ultraprocesados y bebidas azucaradas utilizaron la emergencia sanitaria del COVID-19 para promover sus marcas o productos.
El informe ‘Afrontando dos pandemias: Cómo la gran Industria de Alimentos y Bebidas socavó la salud pública en la era del COVID-19’, revela más de 280 ejemplos en 18 países donde la falta de regulaciones alimentarias permitió que las industrias de productos ultraprocesados y bebidas azucaradas posicionaran sus productos como esenciales y saludables, poniendo en mayor riesgo la salud de poblaciones que podían tener mayores complicaciones o morir a causa del COVID- 19.
Según el informe, difundido en Colombia por la ONG RedPapaz, la industria de productos ultraprocesados y bebidas azucaradas aprovechó la pandemia en su beneficio a través de:

Las grandes industrias de la comida chatarra montaron su publicidad sobre campañas contra la pandemia.
Acciones para limpiar o mejorar su imagen por medio de donaciones solidarias a poblaciones vulnerables, mientras que promovían masivamente sus marcas. Dentro de los productos entregados se encuentran productos ultraprocesados en programas escolares de poblaciones vulnerables. Otras, incumplieron el Código de Comercialización de Sucedáneos de la Leche Materna entregando y promocionando leche de fórmula y otros productos para bebés como cereales listos para el consumo, bebidas azucaradas con fruta o compotas. En Suráfrica, Coca-Cola de la mano de organizaciones sin ánimo de lucro, donó sus bebidas a centros de salud, incluidos centros de atención para la obesidad.
Campañas que promocionaban sus productos como esenciales y saludables para su consumo habitual comparándolos con alimentos naturales. En Jamaica, la compañía Wisynco promocionó sus bebidas de caja como productos para reforzar el sistema inmunológico, cuando en realidad contienen exceso de azúcar. En Colombia PepsiCo y Nestlé argumentaron que sus productos eran parte de la canasta familia.

En algunos países como México, retrasaron la implementación de políticas para promover la alimentación sana.
Financiaron plataformas educativas para promover la educación de niñas, niños y adolescentes a través de las cuales posicionaban sus marcas como fuentes confiables de información relacionada con la salud. En Estados Unidos financiaron páginas web para ayudar a los niños a aprender durante la cuarentena, donde se combinaba el marketing de productos ultraprocesados con la información educativa, posicionando a estas corporaciones como fuentes confiables de información relacionada con alimentación y la salud.
Aprovecharon la pandemia para retrasar la implementación de políticas alimentarias saludables. En México, intentaron usar COVID-19 como excusa para posponer la implementación de la nueva política de etiquetado frontal de advertencia
Promovieron la comida chatarra a través de incentivos atractivos de unión familiar, comodidad y nostalgia. Por ejemplo, en Brasil, la cadena de comida rápida Burger King promovió su servicio de entrega de comida rápida con el pretexto de ayudar a las personas a mantenerse seguras en casa.
Vincularon sus productos ultraprocesados y bebidas azucaradas con causas benéficas, buscando que los consumidores se sintieran bien a pesar de hacer compras poco saludables. En los EE. UU., Coca-Cola se asoció con Uber Eats para donar a Feeding America una comida por cada pedido realizado. En Colombia, Postobón realizó varias donaciones de sus bebidas azucaradas con la campaña #EsTiempoDeCuidarnos.
Estas intervenciones corporativas lograron que la industria mejorara su imagen, posicionara sus marcas y trabajara muy cerca de tomadores de decisiones para ganar influencia política y posicionar sus negocios como socios de la salud pública durante una emergencia – a pesar de promover, en muchos casos, productos no saludables.
Para Holly Wong, vicepresidente del Global Health Advocacy Incubator (GHAI), “basándonos en los ejemplos que reunimos, rápidamente quedó claro que la gran industria de alimentos y bebidas estaba trabajando fuertemente para posicionarse como una parte crucial en la solución de la pandemia, aumentaba sus ganancias o mejoraba su imagen mientras obstaculizaba el avance políticas de salud pública”.