Del 3 al 24 de noviembre serán días de puertas abiertas en la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.
Por Jorge Mario Sarmiento Figueroa
En la entrada del templo de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos días nos reciben, sentados a lado y lado de la puerta, unos niños vestidos con la elegancia de los misioneros, camisa blanca manga larga, corbata y pantalón. A sus pies hay unas cajas de madera de las que sacan bolsas plásticas cubre zapatos. Nos piden que les permitamos ponérnoslas para que sea así como entremos.
Un señor de traje hace las veces de custodio de la puerta, vigila que todos cumplamos la petición de los niños, como un San Pedro pendiente de que no entremos pisando con zapatos, ni con los pies descalzos.
Entramos. El templo se nos abre y desde todos sus puntos de fuga surgen brillos que amenazan vencer al Sol. En la visita guiada de dos horas para periodistas, realizada en la mañana del 30 de octubre pasado, varios líderes en América Latina de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días nos reiteran el mensaje de que el templo fue construido «para ser digno de Dios», para ser «un faro que salude con el profeta Moroni y su trompeta desde lo alto a los navegantes que entran y salen por Bocas de Ceniza».
Y a fe que no solo el capitán y la tripulación de los buques de carga pueden quedar boquiabiertos con la estructura levantada de 34 metros en un enclave estratégico del corredor universitario, entre el colegio Alemán y la Universidad del Norte.
Desde la simbólica primera palada a la construcción, el 20 de febrero de 2016, hace exactamente mil días, también los conductores de buses y sus pasajeros, los transeúntes del sector y los miles de automóviles que transitan a diario por allí, empezaron a ser sorprendidos con cada nuevo detalle que se iba levantando, desde la adecuación del terreno con su encerramiento y el acabado de jardines cuyos verdes prados y coloridas flores pueden evocar sin rubor el cuidado de los ‘Jardines colgantes de Babilonia’, sino fuera porque parece que alguien tiene la habilidad de convencer a todos de que si Nabucodonosor viviera en Barranquilla le pondría palmeras a las edificaciones dignas de su reinado.
Ahora que el templo ha sido enteramente construido, la pregunta obligada es: Si así de bello es por fuera, ¿cómo es por dentro?
Contemplar por dentro el templo de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos días será posible para el público del 3 al 24 de noviembre. Serán días de puertas abiertas, con guía especial por parte de voluntarios de la Iglesia. Después de esa fecha el templo quedará consagrado para los ritos especiales que se cumplen en dignidades privadas de la comunidad religiosa.
El piso reluce como espejo, de una inmensa lámpara caen gotas de un cristal tan fino que hasta el agua sentiría envidia de su transparencia. Varias más de esas lámparas encontraremos en los tres pisos de la edificación, aunque aún con todo su esplendor es posible que no lleguen a alcanzar la elegancia que tiene el ascensor por el cual ascendemos y descendemos, que asemeja el gusto residencial de Carlos Mattos, famoso empresario colombiano que mandó instalar un fino ascensor en su casa en Cartagena. Aunque en el caso de la Iglesia se aclara que es «para brindarle acceso a las personas en situación de discapacidad».
En casi todas las paredes hay pinturas -y réplicas de ellas- «en su mayoría traídas de los Estados Unidos», según explica uno de los líderes, con pasajes bíblicos de los Últimos días. Son obras de un nivel de detalle tan cuidado que hasta en la palma de un inmenso follaje se alcanza a divisar un mico, un primate que se asoma tímido como esperando a que las personas nos vayamos para bajar a darse un baño en un arroyo de aguas diáfanas que se precipitan por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos, solo que la pintura no busca evocar Macondo sino más bien un paraje virgen de la Tierra Prometida.
Las salas interiores
Cada piso del templo en Barranquilla fue diseñado con la visión unificada de la Iglesia a nivel mundial, con espacios en donde se cumplen ritos específicos consagrados como el matrimonio, el bautizo, la oración o meditación. En la sala de matrimonio nos sentamos a escuchar al Presidente de la Iglesia para el área de SudAmérica Noroeste (Colombia, Venezuela, Ecuador, Perú y Bolivia), Enrique Falabella. Él nos explica que estamos en la ‘Sala de sellamiento’, donde «los que juntos se unen no los separe ni la muerte».
Para mostrarnos la fuerza simbólica de sus palabras, Falabella nos pide que nos ubiquemos en el lugar donde mujer y marido se ubicarían en una ceremonia en ese salón, para que podamos ver a través de dos espejos cuyo largo es de más de dos metros cada uno, adornados con marcos dorados y ubicados a lado y lado del salón en posición simétrica uno frente al otro para que quien se observe al mismo tiempo a través de ambos capte la repetición infinita de la imagen de sí mismo. «Así como es el reflejo de estos espejos es también la vida eterna para las parejas que aquí se unen», poetiza Falabella, considerado entre su comunidad como un Élder (palabra bíblica que significa ‘anciano’ y que representa sabiduría en la comunidad de la Iglesia).
Un periodista hace en ese momento una pregunta: ¿Para que sea válido casarse por la iglesia mormona en Colombia la pareja tiene que casarse primero por lo civil? «Así es», responde el líder, quien añade: «Yo tuve que hacerlo así también, y me parece extraño que en esos matrimonios se nos diga que estaremos juntos hasta que la muerte nos separe, cuando uno sabe que la unión matrimonial es para más allá de la muerte; para la vida eterna». –¿Y si la pareja muere -pregunta el mismo periodista- ustedes se pueden volver a casar?-, «Ella es mi nueva esposa, porque mi anterior esposa falleció», responde el líder presentando a Ruth, una elegante mujer de Cali que sonríe a su lado desde cuando entramos al templo.
No se hicieron más preguntas, los periodistas nos entretuvimos viendo nuestra proyección infinita en los espejos.
Palabras aparte merece el bautisterio, un recinto de dos plantas en cuyo fondo bajo reina la pila bautismal, que sobresale porque la levantan figuras a la mitad de doce enormes bueyes, «símbolo de las doce tribus de Israel», nos explica el Élder.
Charla con Mathias Held
Una vez volvimos a descender al primer piso, los líderes de la Iglesia nos ofrecieron a los periodistas un refrigerio y la oportunidad de charlar libremente haciendo todo tipo de preguntas. Elegí charlar con uno de los líderes que más cerca tenía mientras yo digería un ‘matrimonio de bollo con queso’. Varios miembros de la Iglesia me harían saber después que ese líder con quien conversé y fui fotografiado es uno de los más importantes y carismáticos de Latinoamérica, nadie menos que Élder Mathias Held.
Bogotano, 58 años, Mathias Held es de gran fama, con entrevistas en medios económicos relevantes porque su caso es el de un alto ejecutivo de la reconocida fabricante de autos Mercedes Benz que un día se cansó de trabajar para ser rico y exitoso y decidió aceptar el llamado de la Iglesia de la que hacía parte con su esposa desde hace más de treinta años, «para servir enteramente a Dios».
Mathias Held tuvo la gentileza de conversar conmigo y le hice preguntas específicas sobre la Iglesia, sus prácticas y principios:
¿Por qué tanto lujo en este templo?
Mathias Held: No es lujo. No lo vemos así. Lo que hicimos fue un templo digno de la casa de Dios. Recuerda que en la Biblia se narran los esfuerzos que hizo el rey Salomón por hacer la mejor de las edificaciones, con los mejores materiales, en honor a Dios.
(El templo en Barranquilla tiene 2.230 metros cuadrados. Refleja la arquitectura neoclásica de Colombia de principios del siglo XIX. El templo es el número dos en Colombia, el número 19 en Latinoamérica y el número 161 en el mundo. Actualmente hay varios más en construcción. El de la capital del Atlántico servirá a unos 35.000 miembros de la Iglesia en el Norte del país).
¿Cómo se financia todo esto?
Mathias Held: No aceptamos dinero de gobiernos, sino solamente de las personas que somos miembros de la comunidad (el 10% de los ingresos mensuales de cada persona es el diezmo que recibe la Iglesia). Pero ese dinero no se va nada más en templos, sino que se invierte en muchas obras benéficas alrededor del mundo. Somos misioneros. Por ejemplo, una vez al mes los miembros fieles ayunamos dos comidas consecutivas, y donamos el dinero que nos habríamos gastado para tales comidas a un fondo existente para ayudar a los necesitados.
Una vez supe de una familia en La Guajira que necesitaba saber los límites de predios en una disputa jurídica con la empresa minera Cerrejón, y resulta que esa familia no pudo encontrar la información en el Instituto Geográfico Agustín Codazzi sino en los archivos de la Iglesia de Jesucristo… ¿Cómo es posible que esta Iglesia tenga mejores archivos que el instituto responsable de esa función en Colombia?
Mathias Held: Porque nosotros tenemos el método de construir archivos genealógicos para que cada miembro de la Iglesia cumpla su propósito de no solo ser bautizado en su nombre sino también en el de sus ancestros. Así que esa búsqueda permite hacer un registro histórico que en ciertos casos conlleva a otros hallazgos, como ese de propiedades del cual usted me cuenta. En Lago Salado (Salt Lake City, capital del Estado de Utah, Estados Unidos, donde está la sede central de la Iglesia) tenemos bóvedas inmensas en las montañas con archivos históricos en físico y en digital. Quiero además informarle que en La Guajira colombiana nosotros hemos llevado misiones para construir pozos de agua con la comunidad para saciar la sed de los que más lo necesitan en esta zona.
¿Por qué existe el mito de que en esta Iglesia las personas se unen con varias parejas al mismo tiempo?
Mathias Held: Eso, como usted lo dice, ya es un mito. Primero debemos aclarar que en la Biblia hay varios matrimonios plurales. El rey Salomón, por ejemplo, tenía muchas esposas. Pero eso es una práctica que, aunque al principio en nuestra Iglesia existió (1830, José Smith, fundador de la Iglesia, era polígamo), luego fue abolida en 1890 y desde entonces no practicamos ni aprobamos el matrimonio plural. Yo vivo solo con ella. En ese momento Held sonríe a Irene, su esposa, quien también sonriente se une a la conversación que da final a mi experiencia periodística en un templo que viene siendo noticia en Barranquilla desde los últimos mil días.
Sería interesante que conocieras la historia de esta secta, la cual fue cuestionada por predicar la poligamia, y su creador Joseph Smith, fue asesinado por un padre celoso por la violación de su historia menor de edad