Betty Barrios no solo ha tenido que soportar la impunidad ante el asesinato de su esposo, el árbitro Álvaro Ortega, sino el olvido de las promesas del momento, ante el trágico episodio en la historia del fútbol colombiano. ( serie:La noche en que el fútbol murió)
Por: Francisco Figueroa Turcios
El 15 de noviembre es una día que si fuera por Betty lo borraría del calendario por siempre, porque es el día más triste de su vida.
El 15 de noviembre de 1989, es decir hace 24 años, no solo le asesinaron a su esposo, sino que su vida dio un giro de 360 grados: tuvo que asumir el rol de padre y madre. Desde ese día tuvo que afrontar el reto de asumir las riendas de su familia. De la unión con Álvaro quedaban dos niñas: Mónica de 5 años y Ana Lorena de 3 años.
El 15 de noviembre del 2013 Betty decide romper el silencio del drama que le ha tocado vivir desde la muerte de su esposo.
Como parte del show mediático, León londoño Tamayo ( fallecido), entonces presidente de la Federación Colombiana de Fútbol, tabaco en mano, decide convocar a una rueda de prensa el 28 de noviembre de 1989, para dar la gran noticia al país que estaba atónito con el asesinato del pito bolivarense, que tuvo como consecuencia la cancelación del campeonato, edición 1989 -que apareció el día siguiente en la primera página de todos los periódicos a nivel nacional y internacional-: ‘Federación de Fútbol entregará casa y garantizará estudios a las hijas del árbitro Álvaro Ortega».
«Cuando vi la información en los noticieros de televisión y en los periódicos que me iban a dar una casa y le garantizaban los estudios a mis hijas, me dio mucha ira, porque León Londoño no respetó mi dolor para hacer con la muerte de Álvaro un show mediático, le debió dar otro tratamiento, si en verdad lo hacía de todo corazón.
La semana siguiente me visitó una funcionaria de la Federación para indicarme que la casa quedaría en Soledad 2.000. Fui contundente con ella. Le dije que no aceptaba esa casa, porque no me iba a prestar a hacerle el juego al show de León Londoño, para que él quedara como un príncipe ante todo el país y la comunidad del fútbol internacional.
Además, no iba aceptar que le pusiera precio por el asesinato de Álvaro, porque yo tengo mucha dignidad. Cuando mis hijas fueron a ingresar al bachillerato, recurrí a la Federación para hacer efectivo el ofrecimiento que hizo León Londoño a través de los medios de comunicación de que garantizaba la educación de mis hijas y salió con el argumento que él había ofrecido era un paquete, la casa y los estudios y que como no quise aceptar la casa, automáticamente perdí todo”.
La viuda del inmolado árbitro sostiene que esa burla fue un dolor que se agregó a su drama. “¡Qué ironía, era como si hubiera participado en una de esas promociones que hacen en los almacenes de cadena y para ganarme el premio debía sujetarme a acceder al paquete que ofrecía. Consulté con un abogado vecino, que no quiero recordar su nombre y me recomendó demandar a la Federación Colombiana de Fútbol. Le di el poder a él confiando en su buenos oficios. Cada vez que me decía que tenía audiencia me daba una fecha equivocada. Yo asistía en compañía de Jesús Díaz y el secretario nos decía que estábamos equivocados, que no había nada programado. Pasaba el tiempo y decidí cambiar de abogado y ¡cuál sorpresa mía!, en la historia del proceso aparecía como si yo no hubiera asistido a ninguna audiencia, por lo tanto fue cerrado el caso”.
Betty Barrios Viuda de Ortega, sin titubear asegura que “León Londoño Tamayo compró al abogado que yo tenía para manipular el proceso en contra de la Federación, lo que significaba que el anuncio de que me iban a dar una casa y los estudios a mis dos hijas, con ese hecho corrupto, me demostraba y corroboraba que era un simple show su anuncio. Decidí no invertirle más tiempo a ese tema y decidí como buena católica cristiana dejar todo en manos de Dios, de la justicia divina».
El tiempo no se detiene y llegó la hora de que Betty afrontara un gran reto para hacer profesionales a sus dos hijas. “Dios siempre nos pone ángeles en el camino y con el apoyo de mi hermano Orlando y mi cuñado Reynaldo y mi aporte vendiendo deditos y empanadas, pude hacer profesionales a mis dos hijas. Mónica estudió Estética y Ana Lorena, Comunicación social. No fue fácil la tarea, pero con mucho esfuerzo le cumplí la promesa que le hice a Álvaro delante de su cadáver, que nuestras hijas serían profesionales.
Mónica se casó hace cinco años con John Noriega, quien trabaja en el Banco de Occidente y tienen un niño de dos años. Se llama John Sebastián. Ana Lorena vive el drama del desempleo. Hace un año estuvo practicando en la programadora Televista, durante seis meses. No le pagaban y la vacante a que ella estaba aspirando fue llenada por otro comunicador social. «Mi hija necesita realizarse como persona, requiere trabajar. He tocado puertas y nada, pero los ángeles siempre llegan», anota Betty.
«Estoy dispuesta a trabajar en lo que sea, no importa que no sea relacionado con mi profesión, comunicadora social. Estoy desesperada porque quiero ayudar económicamente a mi mamá», acota Ana Lorena.
Pero, no solo el drama del desempleo de su hija aflige a Betty. Ella jamás pensó que tarde o temprano su madre, Ana, se moriría y que la casa donde vivía debía abandonarla para repartir la herencia entre todos sus hermanos. Son siete.
Pero otro ángel se le apareció en la vida de Betty. Cuando un familiar le comentó que en el barrio Bellavista, en la casa de una familia, necesitaban una dama de compañía para una señora de 72 años. Desde hace dos meses vive en esa casa. «Ella estaba viviendo sola y la encontré muy triste, casi no quería comer. La llegada de nosotras fue como una bendición para ella y, obviamente, para Ana Lorena y para mí, porque ahora tenemos un techo donde vivir.
No tengo casa propia, no me arrepiento de no haberle aceptado el show que quería hacer León Londoño, porque sabía que al final no saldrían con nada. Era un engaño”, sentencia Betty sentada en una cómoda mecedora sampuesana.
Cuando interrogamos a Ana Lorena sobre si tenía a la mano algún álbum fotográfico, bajó la cabeza y, con profunda tristeza, respondió, «no, apenas tenemos dos meses de estar viviendo aquí y solo tenemos derecho a un cuarto, por lo que tuvimos que dejar nuestras pertenencias donde algunos familiares».
Llegó la hora de partir al cementerio Jardines del Recuerdo para cumplir la cita que anualmente tiene Betty y su hija Ana Lorena con su difunto esposo: visitar su tumba.
Dos negocios
En el trayecto que conduce del barrio Bellavista al cementerio, Betty aprovechó para evocar recuerdos del inicio de su primer negocio que montó con Álvaro Ortega. «Vivíamos en la casa de mi mamá, Ana Díaz de Barrios. Álvaro ejercía la profesión de árbitro y decidimos habilitar un cuarto de la casa para poner un almacén de variedades. Le puse el nombre de ‘Variedades Marbeluz’, que era el nombre de mi sobrina. Nosotros todavía no habíamos tenido hijos. Álvaro era el motor del negocio, porque tenía muchas relaciones y tenía buena sangre de comerciante.
Todas las mañanas madrugaba para Caracol Radio a acompañar al periodista Hugo Illera, en el programa ‘Los informadores deportivos’. Hugo le hacía la propaganda al negocio gratis y hacía lo mismo, a la una de la tarde en la Voz de la Costa, en el programa ‘Oscar Deportes’, que dirigía Óscar Forero. Nos iba bien en el negocio, porque no dependíamos exclusivamente del almacén para el sustento del hogar, ya que nos ayudábamos con los ingresos de Álvaro como árbitro. Cuando a Álvaro lo asesinan, la clientela que teníamos de acreedores, no reconoce las deudas y otro hecho es que lo que vendía me tocaba tomarlo para el gasto diario de la casa, por lo que me tocó al año cerrar ‘Novedades Marbeluz’.
Congelados Betty
Martha Barrios, una sobrina de Betty que trabajaba en la parte administrativa de una cadena de supermercados, visualizó hace 17 años el negocio de hacer deditos y empanadas y le dio la idea a su tía. «La venta de deditos y empanadas no era común. Comencé el negocio y en poco tiempo teníamos una buena clientela. Le coloqué el nombre de ‘Congelados Betty’.
Llegué a tener 12 trabajadoras y dos enfriadores. Me iba bien, con las ganancias sostenía a mis hijas y aporte para sus estudios, pero con el paso de los años la invasión de este tipo de negocio me hizo perder clientela y hoy tenga una sola trabajadora.
Mi producto es bueno y tiene variedad, pero la gente mucha veces no le interesa la calidad, sino busca lo económico. Pero sigo haciendo mis deditos y empanadas para la pequeña clientela fiel».
24 años después, Betty saca la desoladora conclusión de que los amigos de Álvaro Ortega, a excepción de Jesús Díaz, la abandonaron.