
Nació el 2 de octubre 1940 en el barrio San Roque en Barranquilla.
Por: Francisco Figueroa Turcios

Andrés Salcedo, estudió en la Escuela Normal de Corozal
Andrés Salcedo, realizó la primera parte de sus estudios en la Escuela Normal de Corozal (Sucre) y culminó en el Colegio Pinillos en Mompós.
´Mi infancia fue terrible, la llevo, como decía el viejo bolero, “como un tatuaje de sol”. En el recuerdo soy un niño que todavía no ha cumplido los dos años y Surí, mi hermano mayor, me lleva casi a rastras por la calle Santander. Me está llevando a la casa del tío Juancho, un hermano medio de mi padre, a quien yo nunca había visto, para que me acabaran de criar porque mi madre no había sobrevivido al undécimo parto de su vida y a mí –y a la bebé sobreviviente– nos enviaron donde dos familias diferentes, emparentadas con la nuestra, para aliviar las cargas. Creo que desde ese día arrastro la agridulce sensación de tener mi casa en todas partes y en ninguna» recuerda Andrés Salcedo sobre su infancia.
Surge el interrogante: ¿Por qué terminó estudiando en la Escuela Normal en Corozal?

Andrés Salcedo y Francisco Figueroa Turcios
«Cuando cumplí trece años regresé a San Roque a la casa de mi padre. Entonces, el niño retraído y solitario que era, sufrió graves transformaciones: me convertí en asiduo de una barra esquinera, integrada, mayormente, por muchachos ociosos. “El Zurdo” Castellar, que era el jerarca de la cuadra, una noche armó un bareto y me dio a probar: “Hey, llave, esto es bacano para el vacile”, me dijo. Quedé enganchado. No quise volver al colegio. Hasta que un día –era ya de mediodía y yo seguía durmiendo–, mi hermana mayor, muy preocupada con el rumbo que yo le estaba dando a mi vida, me despertó arrojándome a la cara un baldado de agua. Poco después me consiguió una beca para la Escuela Normal de Corozal donde le tomé gusto al estudio, hice amistades sanas y me enamoré de los libros de la modesta biblioteca del colegio que repasé tres o cuatro veces: Verne, Dumas, los clásicos juveniles» reseña Andrés Salcedo sobre nuevo rol en la vida.

Andrés Salcedo, icono del periodismo
En mi época de interno en la Escuela Normal de Corozal, Marcos Pérez, fue mi único nexo con mi pasado y el único consuelo en el largo ostracismo que duró 3 años. Los domingos, mientras mis compañeros desparramaban por todos los confines del pueblo, animosos y relamidos, yo me iba a la casa de Lorencito Badel, que le apodaban ‘El Rojo’ a escuchar los partidos de Marcos Pérez en aquel gigantesco radio Punto azul. Cuando el aire era puro y el cielo alto, podía captar hasta su respiración y los embates del viento contra el micrófono.
“Un domingo llegué tarde a la casa de Lorencito Badel y éste ya tenía sintonizado otro partido. Pero no era “otro partido. ¿De dónde había sacado lorencito aquella emisora, aquel partido, con aquella voz estudiantil reclutada en alguna universidad gringa? Estuve a punto de cambiar inmediatamente de emisora. Afortunadamente no lo hice. A medida que mis oídos se iban acostumbrando lo que primero me pareció una entonación importada se me iba abriendo un inesperado mundo de nuevas imágenes.