Muchos jóvenes españoles, sumidos en la crisis de su país y en los goles de Messi y de Cristiano, ignoran quién es Adolfo Suárez. Mucho menos lo sabrán jóvenes de otras latitudes. Pero ese hombre que murió esta semana hizo historia.
Editorial
Los pueblos, sobre todo en esta volátil era de internet, deben beber de la historia diaria, de todo eso que se nos pasa por nuestras narices, sin que muchas veces le prestemos la menor atención. Y eso es lo que más daño causa a las sociedades actuales. El ciudadano, por vivir el día a día, pendiente del billete que le queda en la cartera, que tal vez no le alcance para el sustento del otro día, le da poca importancia a un suceso como la muerte de Adolfo Suárez González. Como diría uno de esos jovencitos españoles que suelen enviar escritos a este portal de lachachara.co “¡joder!, ¿y quién era ese tío, eh?”.
El jovencito no tiene la culpa. Aún está obnubilado por los goles de Messi para el 4 a 3 de Barcelona sobre el Real Madrid. Sin embargo, es pertinente sacarlo de su alucinación para contarle que toda esa vibrante –y hasta abusiva libertad y democracia viva en todos los sentidos- se le deben al carácter, honestidad, carisma y sencillez, a un hombre que, en una breve reseña histórica de sus comienzos, se decía que era español, que hablaba poco francés y nada de inglés. No sobra recordar que el reino español se peleaba en ese momento con el Reino Unido de Gran Bretaña los derechos sobre Gibraltar.
Como un astuto artesano Adolfo Suarez construyó la democracia española en tan solo 1.670 días. Asumió el poder en 1976 y lo dejó en 1981. Con una economía promisoria, consolidada en especial por las fortalezas del turismo, con unos medios de comunicación desenfrenados, que gritaban a todo pulmón las virtudes y goces de una democracia plena, después de una dictadura de 36 años, ejercida por el generalísimo Francisco Franco Bahamón, fallecido el 20 de noviembre de 1975, poco antes de dejar en manos del Rey Juan Carlos el poder para que hiciera lo que él pudiera. Y el propósito del Rey era establecer un Estado Democrático, sin prescindir de la monarquía –que ejercería como un árbitro desde las tribunas -, con un Jefe de Gobierno salido del juego de la democracia plena.
Así empezó la historia de Suarez González en la naciente democracia española, en medio de todos los peligros que ello implica, y sin que faltara, por supuesto, un golpe de Estado que la firmeza de Suarez y el Rey Juan Carlos conjuraron. Tampoco faltó, claro que no, la permanente inquina de la maldita extrema derecha y los loquitos de la ETA haciendo ruido por aquí y por allá para impedir que se consolidara el poder democrático con la despreciable esperanza de poder pescar en río revuelto.
No pudieron. Adolfo Suarez con su indiscutible talento político se impuso y dio un ejemplo al mundo. Nacido el 25 de septiembre de 1932 en Cebreros, Ávila, falleció este domingo 23 de marzo de 2014, a los 81 años de edad.
Sí. Adolfo Suárez se gana un pedestal bien alto en la historia de las naciones modernas por haber dirigido, con éxito y en medio de las mayores turbulencias, el tránsito desde el Estado dictatorial y abusivo, hasta la democracia constitucional, a pesar de los esfuerzos de la ultraderecha y del terrorismo de ETA y del denominado Grapo, para impedirlo. Y también por encima de las conspiraciones de franquistas atrincherados en el inmovilismo para no perder lo que ya, de lejos, habían perdido: el poder. Se convirtieron así, en las viudas del poder. En el palo atravesado en la rueda de la bicicleta. Pero Suárez se sobrepuso a todo eso, como suelen hacerlo los hombres predestinados como él.