Carmen Martínez, con su olfato indígena, intuyó que ese día el ajetreo sería superior a otros sábados
Carmen Martínez, con su olfato indígena, intuyó que ese día el ajetreo sería superior a otros sábados primeros de mes para la misa del Santuario dela Virgen, en el corregimiento de El Morro, jurisdicción de Tubará, Atlántico. y Así fue. A las cuatro de la madrugada cuando preparaba el desayuno de su esposo Víctor Ibáñez, administrador de la finca La Pintada, en cuya geografía queda el Santuario por disposición de unas monjas videntes, empezaron las llamadas por los celulares. Que si las vías de acceso estaban en buen estado. Que si podían entrar a pie. O subir en carro por la entrada privada de la Urbanización el Santuario.
Al final, según Omar Narváez, jefe de control de acceso, 364 vehículos ingresaron por aquella puerta. Y por la vieja vía de acceso a El Morro, unos 25 buses, 30 busetas y carros particulares dejaron a los pasajeros en la cancha de fútbol y, desde allí, empezaron el peregrinar por un terreno escarpado, con bajadas y subidas, con maleza de lado y lado, con arroyos de hilos de agua y en medio del hermoso trinar de aves canoras de todos los tonos, incluyendo el monocorde gorjeo de las gallinitas de monte.
Al frente de una inmensa fila ordenada, alegre, feliz, entonando los cantos sublimes dedicados a la Virgen por ser mayo su mes, y por ser la misa del primer sábado de mayo, iba Monseñor Víctor Tamayo con una decena de sacerdotes con los atuendos sagrados propios del acontecimiento: 4.865 peregrinos se hicieron presentes esa madrugada en el Santuario de la Virgen del Morro.
Este Santuario tiene su historia. En 1995, cuando se acercaba el final del Milenio, en una nueva lectura a las cartas que la Virgen de Fátima dictó a los niños pastores de aquella pastoril zona de Portugal, se descubrió que la Virgen ordenaba que, al empezar el nuevo Milenio se construyeran varios Santuarios, uno de ellos en Suramérica. Para ello la Iglesia Católica acudió a diversos grupos de monjas videntes que recorrieron numerosos países de la subregión americana en busca de un sitio que, tal como lo describía la carta dictada a los pastorcitos, tenía que ser en un sitio alto, rodeado de montaña, con una hermosa vista al mar y con un palmar a la izquierda formando un paisaje bello. Monseñor Víctor Tamayo conocía la finca La Pintada, del exsenador y concejal de Barranquilla Eugenio Díaz Peris. Llevó a las monjas videntes y le pidió permiso para recorrer la hacienda rodeada de lomas altas y agrestes. Díaz Peris le respondió que él no se oponía, pues es un creyente. Pero que perderían su tiempo porque en todo el sector no había ningún palmar como el que quería la Virgen.
De todas maneras Tamayo y sus monjas se fueron a recorrer. Llegaron a una famosa piedra enorme. Allí se decía que los indios mocaná, cuando fueron saqueados y diezmados por los españoles, escondieron un valioso tesoro. Díaz Peris creía que, en efecto, allí tendría la fortuna para vivir feliz el resto de sus días. Cuando las monjas videntes subieron a lo más alto de la piedra y miraron hacia todos los alrededores, una de ellas se desmayó. La otro dijo: este es el sitio. Poco tiempo después la estaba la Virgen en lo más alto de la mole, con su iglesia a un costado, su casa cural, su monasterio para retiros espirituales, y un amplio parqueadero para 4.000 carros. Todo ello se construyó en 1998 con la permanente y generosa colaboración de una conocida firma constructora barranquillera cuyos socios y familiares pertenecen a la congregación mariana.
Según Erick Sojo, jefe de comunicaciones de la curia barranquillera, “esta misa campal ha sido uno de los más sublimes y hermosos actos a los que yo haya asistido. Qué belleza sentir la brisa de la montaña y del mar. Oxígeno puro. Paisajes maravillosos. La feligresía amontonada alrededor de la enorme mole en cuyo pico esta la Virgen del Santuario hermosa y generosa”.
A la izquierda del Santuario está el pico del cerro más alto de la región. Encima, en una hermosa planicie como una mesa de billa, viven unas 26 familias en muy buenas viviendas de cemento y techo de eternit. Es un barrio de El Morro, jurisdicción de Tubará. El bario se llama El Cielo, porque es tan difícil llegar a él, que cuando el viajero alcanza la planicie, siente que ha llegado al cielo. Y si mira hacia el mar, se encuentra con la imagen de la hermosa Virgen de Santuario, siempre coronada de flores, que Diana Betancourt, esposa de Eugenio Díaz Peris, se ha encargado de cultivar a lo largo del camino reseco. Ha sido un enorme sacrificio para conservar ese largo jardín florecido. Pero ha valido la pena el sacrificio. La Virgen permanece coronada de flores. Y el visitante siente que la flora y el ambiente religioso le hace correr un viente fresco que le penetra hasta el alma. Creyente o no, siente algo distinto, algo espiritual. El mundo está cambiando. La gente empieza a creer en algo. Y este Santuario es un buen motivo al amanecer de este nuevo Milenio.
Se le ponen los pelos de punta a uno o no ?
Quiero felicitar a rafael Sarmiento y a su esposa Nira por la manera tansencilla y hermosa de redactar tan sublime acto.
Leerlo me tranporto a ese marvilloso lugar y evento que no pude presenciar x motivos de salud.
Gracias por estos espacios de lectura tan fascinantes